Ocurrió en 1996, ochenta y siete personas fallecieron y hubo un centenar de heridos. En el municipio de Biescas, Huesca, un camping fue arrasado por una tromba de agua. Estaba situado en un cono de deyección y cuando el agua cae fuerte destruye todo lo que pilla a su paso.
Doce años más tarde, lejos los españoles de aprender de un mal ejemplo de ordenación del territorio, el boom de la construcción ha favorecido que se construyan casas, urbanizaciones y residenciales en los sitios menos propicios. Se junta el factor de que muchos de los ingenieros y/o arquitectos no han considerado a la naturaleza como crucial, y que a la mayoría de los concejales de los ayuntamientos sólo les ha importado un buen maletín repleto de billetes.

De esa manera, no me he asustado esta semana cuando he leido en la prensa las consecuencias de las inundaciones de este mes de septiembre: una mujer muerta en Coslada, el municipio de Lucena encharcado de agua hasta arriba y así un largo etcétera.
Casas construidas en medio de arroyos, llanuras aluviales y conos de deyección como en el caso de Biescas. Obviando que, por mucho hormigón y ladrillo que coloques, la naturaleza siempre se abre camino. Cueste lo que le cueste.