Como suele ocurrir en las baldosas amarillas, los comentarios de cualquier post pueden degenerar en otro tema que no tenga nada, o casi nada, que ver con el que en principio se abarca. Ayer nos sucedió con los derechos de la mujer en China y lo que se exigen para llegar a un determinado puesto de trabajo o alcanzar un sitio idóneo en su particular sociedad. Pensando lo que tienen que vivir, más de una fémina occidental nos alegramos de estar donde estamos y damos gracias de haber nacido por la cascada Eurabia.
Pero no todo para nosotras son alegrías, ilusiones o golpes de destino; desde que la mismísima República casi nos niega el derecho al voto por miedo a que hiciéramos más caso al cura del pueblo en vez del partido a la hora de depositar la papeleta, pasando por el franquismo que nos prohibió desarrollar una serie de trabajos, nos obligó a depender del marido para realizar gestiones bancarias y nos vetó llegar a puestos de responsabilidad, la mujer española se ha integrado poco a poco en el sistema, y va -como puede- compatibilizando la familia con su trabajo.
Aun así, seguimos encontrando dificultades, luchando día a día, e intentando hacer equilibrios para no caernos en ningún vacío o en algún que otro pozo sin fondo.
Imagínense lo difícil que debe haber sido para Guillerma divorciarse de su pareja por maltratos psicológicos, cobrar un sueldo de seiscientos euros, tener que hacer horas extras para alimentar a su hijo y pagar todos los gastos. Una mujer que tiene que luchar día a día para no caerse de bruces con su realidad particular; pero para eso, para darle el empujón final, ha llegado un juez de Guadalajara y le ha quitado la custodia del niño alegando que el maltratador tiene un horario menos extenso y podrá atender mejor al hijo común. Tendrá que irse de su casa, buscar otra vivienda con su raquítico sueldo, y quedarse sin poder criar a su hijo.
Ha pesado más un horario que la condena de malos tratos. No les extrañe, esto es España, dónde lo ilógico se hace lógico en cuestión de minutos.
Los colectivos de padres separados están emocionadísimos con la sentencia de este juez - que hasta omiten el insignificante detalle del maltrato- y apelan porque la igualdad se haga patente a la hora de decisión de custodias; las personas de a pie, sólo pedimos un poco de sentido común en el sistema judicial español y que se nos encarguen redes más sólidas para evitar que los golpes que recibamos cuando nos caemos produzcan menos contusiones.

No queremos más huesos rotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario