domingo, 26 de noviembre de 2006

Fátima Najar, la abuela suicida

Hace unas semanas, Eduardo y yo debatíamos sobre los motivos por los cuales las mujeres occidentales eran más reacias a mandar a sus hijos al frente; uno de los argumentos era señalar que no era igual la mujer europea que tenía un único hijo sacrificarlo por la libertad, que el caso de mujeres musulmanas con siete u ocho hijos a sus espaldas. Desde el punto de vista darwiniano, es más fácil que éstas últimas estén más predipuestas a perder a un vástago de su descendencia para , según ellas, conseguir un objetivo beneficioso; casos como el de Um Nidal Farahat, que anima a sus hijos a inmolarse por Alá y sólo le preocupa el número de judíos asesinados, puede servirnos como ejemplo.

Aun así, me he encontrado con un caso que sería el mayor éxito de supervivencia y aprovechamiento de recursos que se pueda uno imaginar. Una mujer, aporta nueve hijos y cuarenta y un nietos a su pueblo, y cuando alcanza la senectud, que es cuando ocasiona gastos sanitarios, sociales y de cualquier índole, decide convertirse en una terrorista suicida:

Ese día por la mañana la señora había requerido un último encuentro con toda su prole: nueve hijos y 41 nietos. Incluso se acercó a despedirse de aquellos que no acudieron a su domicilio. Al mediodía abandonó el habitáculo.

«La noche anterior nos había dicho que iba a realizar esta operación y que estaba preparando su vestido. No quiero nada, sólo morir como mártir, nos dijo», explicó uno de sus hijos, Zuheir, de 20 años de edad.

A las cinco de la tarde de esa jornada, Fátima se encaminó hacia una de las posiciones que los israelíes ocupan en Yabalia, en el norte de Gaza, y se inmoló convirtiéndose así en la primera abuela suicida de la presente intifada y en la décima kamikaze del conflicto.

La explosión sólo hirió levemente a tres militares. Los uniformados evitaron mayores daños al sospechar de la fémina y conminarla a detener su marcha. Un portavoz del Ejército israelí aclaró que la señora intentó volarse junto a un grupo de soldados, pero éstos se apercibieron de sus intenciones «y le dispararon provocando que la bomba que portaba explotara antes de tiempo».

Una abuela kamikaze, de 67 años, sólo le preocupaba morir como una mártir; tal vez había perdido la ilusión por vivir, o creía que ya había hecho todo lo necesario en su vida - como es la de tener tal prole a sus espaldas-, o quería evitar ser un estorbo para los suyos cuando alcanzase una edad mayor, y por ello decide morir matando a quién considera su enemigo.

http://www.meknes-net.com/actualites/img/1164413169Fatma_Omar_An-Najar.jpg

Si los palestinos, con su alta natalidad, se dedican a utilizar a sus mayores como bombas contra el enemigo de al lado, aumentará la supervivencia de los más jóvenes, de esa generación que tiene más odio si cabe que su predecesora, y que puede seguir reproduciéndose con rapidez. Lo dicho, una de las estrategias evolutivas más brillantes; sino llega a ser porque cuesta muchas vidas al otro lado de la contienda.

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