miércoles, 29 de noviembre de 2006

Navidades laicas

Hace unos días, coincidí con una conocida en un sitio que suelo frecuentar con asiduidad. Nuestra conversación, típica de personas que llevan tiempo sin verse, fue sobre todo tipo de temas, pero ella, conociéndome, no dejó de contarme una de las batallas que tiene en su trabajo. Sabía que le iba a prestar atención.

Es profesora de primaria -ésas que tanta paciencia tienen para enseñar a los niños los conocimientos necesarios que la LOGSE les niega - y me relataba qué problemón poseía con la Navidad; cuatro alumnos de ética, con unos padres muy laicistas o antirreligiosos, se han negado a que los niños participen en las actividades programadas para tal evento y le han exigido que los quite de la clase mientras los otros niños están con los belenes y villancicos. Ella, no obstante, encontró una solución intermedia a la exigencia de los padres: ponerles con el arbolito de Navidad y Papá Noel; y parece que colar, ha colado. A los progenitores no les ha entrado la urticaria de tener a sus hijos con algo católico y típico de Ex-Paña, y los niños no tienen que poner cara de compungidos al ver cómo sus compañeros se lo estaban pasando bomba.

En un colegio de Zaragoza, no ha habido solución intermedia: el festival de Navidad cancelado para imponer el laicismo; pero sí Halloween, que al ser de fuera, no es tan dañino para las mentes inocentes y crédulas:
Este colegio se ha olvidado que España no es un país laico, sino aconfesional; al igual que, nuestra propia Carta Magna dice algo como reconocimiento a la religión católica por todo lo que ha significado ésta en la península y el número de fieles que posee. Y también ignora, por odio, visceralidad, y resto de motivos, que a parte de la fe que una persona pueda tener, existe un concepto denominado costumbre y tradición que muchos países suelen respetar y hasta promocionar como algo suyo. Aunque peor ha sido el caso del Alcalde de Barcelona, que ha cambiado el nombre del colegio Juan XXIII por el de Rosa de los Vientos para no ofender al resto de creyentes. Nada, su excelencia no tiene un Carmelo por el cual preocuparse, los nombres dan más juego y son más rentables.

El que ante el rencor que algunos miembros de este país tienen al catolicismo les dé por vender costumbres exógenas como halloween o quitar a los Papas de los nombres de colegios, define muy bien qué clase de sociedad hemos fabricado y nos toca vivir. Una que, como siga así, va a sentirse orgullosa de no saber quién fue un señor llamado Jesús y qué influencia ha tenido su mensaje en los últimos dos mil años. Casi nada.

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