En mi vida, he conocido a malas personas, no muchas, pero por ahora las suficientes. Reconozco que cuando he detectado a una en mi radio de acción, he aplicado como medida preventiva el alejarme lo máximo posible; tarde o temprano, estos individuos terminan haciendo daño, metiendo puñales por la espalda, y demás actos inmisericordes. No siempre me ha funcionado, ni puedo decir que me haya librado de sufrir las maldades ajenas pero, la verdad, es una buena táctica que no pienso dejar de aplicar en los próximos años.
Estos personajes se caracterizaban, en particular, porque en sus actos se regodeaban en las desgracias del prójimo o ellos mismos las provocaban a la mínima ocasión que tuviesen; sin embargo, para que yo considere a alguien mala persona, creo que , jamás, a menos que entre en estado de locura transitoria, consideraré si es bilingüe, trilingüe, o si habla el esperanto:

Pero claro, yo, a Dios gracias, no soy miembro del gobierno vasco, ni discrimino a las personas en función de su raza - la metafísica, la vasca- , pueblo o idioma; ni estaría orgullosa de formar parte de un partido descendiente del sabio de Sabino Arana; aquél, que repetía una y otra vez frases como la siguiente:
"El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en una palabra, del fin de toda humana sociedad. Y muerto y descompuesto así el carácter moral de nuestro pueblo, ¿qué le importa ya de sus caracteres físicos y políticos?»
Ahora, no obstante, gracias a los impuestos de los contribuyentes vascos y vascas se podrán hasta dar carnés de buenas, excelentes, malas y hasta malvadas personas. Si el xenófobo Sabino Arana levantase la cabeza, estaría muy orgulloso de sus pupilos de la Ex-Paña contemporánea. Se ve que aprendieron con sobresaliente sus enseñanzas.
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