miércoles, 21 de junio de 2006

Ya está aquí el verano.

Recuerdo que cuando inicié esta pequeña bitácora, recopilatorio de todos mis desvaríos, ralladuras y demás voladuras de cabeza, era invierno cerrado y estábamos sufriendo los efectos de las bajas temperaturas. Escribía mirando el cielo negro, o a veces hasta nevado, y pensaba que si faltaba mucho para que llegara el verano, el buen tiempo, el dejar el abrigo, la bufanda y los guantes en el fondo del armario y sacar las camisas de tirantes y las sandalias.

Pues el verano ha llegado oficialmente hoy (oficiosamente llegó hace algunas semanas) y aquí cada cual está peor si cabe que hace seis meses. Ahora tenemos la excusa de que los muchos grados centígrados que sufrimos nos provocan un aumento de euforia, hormonas y sacar más de nosotros mismos de lo que el riguroso invierno nos permite. Pero reconozcámoslo, es una excusa muy mala. Siguen existiendo los mismos corazones de hielo, las mismas almas oscuras e idénticas características indeseables, que nos hacían mirar hacia a un lado para no observar todo el Mal que existe entorno a nosotros.

La única diferencia si cabe, es que ahora al mirar por la ventana, el color del cielo ha cambiado a un azul y está totalmente despejado. Bueno, eso es mejor que nada ¿no?

Esperemos que cuando llegue el otoño, y hayamos regresado todos de nuestras vacaciones, pueda escribir algo más optimista y no sigamos recogiendo trocitos de todo lo que tuvimos o lo que creíamos poseer. Seguro que sí, ya verán.

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