martes, 23 de mayo de 2006

El Código Da Vinci

Sí, caí. No sé el por qué pero al final terminé yendo al cine a ver El Código Da Vinci. Tal vez es que quería contrastar opiniones de primera mano, o quizás, es que tengo un pequeño punto de masoca que me provoca que haga cosas que a la larga produzcan arrepentimiento en mi persona. Será que me van las emociones fuertes, y claro, así me va luego, siempre me luce el pelo que no veas.

La película, como bien dice la crítica, es un buen tostón, muy lenta, no engancha, y al igual que libro, tiene esos fallos históricos que da como hechos verídicos. ¿O es que existen monjes en el Opus Dei? No sé si ustedes conocen alguno, pero yo todavía no he tenido la suerte de cruzarme con ninguno. A parte del rollo patatero de que Jesucristo se lió con Magdalena y tuvo hijos los cuales nacieron en la siempre cercana Francia, el filme no se centra en lo que auténticamente engancha del libro: la trama de Da Vinci.

Todo aquel que se haya leído la novela, sabe perfectamente que el motivo por el que una vez que empiezas no puedes dejarlo hasta leer todas sus páginas, es por la serie de casualidades, acertijos y misterios, que se relacionan con este autor renacentista. La historia del priorato de sión, la enumeración de sus miembros, y la suma de acertijos por los que te va inmiscuyendo según avanza su lectura, es lo que ha hecho a ese libro malo que venda tal cantidad de ejemplares. ¿O es que alguien puede negar que cuando dice que Ariel, la Sirenita de Disney, está hecha a la imagen y semejanza de Magdalena a más de uno casi nos da un soponcio?

El género humano está siempre en predisposición a creerse una serie de historias imposibles, a escuchar una verdad distinta a la que oficialmente le han contado, a pensar que las conspiraciones son una realidad, pero sin embargo, yo sólo pido, que si realmente me quieren hacer creer en la ocultación de una verdad, al menos, que se lo curren un poco y me sea creíble empezar a estrujarme el coco.

Lo mejor de las dos horas de cine, fue el tanque de coca-cola que me tomé yo solita, me supo a gloria. Ya saben, la cafeína puede llegar a ser una adicción, y algunos no podemos desengancharnos de ella.
Y este viernes, X-Men 3...

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