miércoles, 24 de mayo de 2006

Rosas blancas, rosas rojas.

Nadie puede negar, independientemente de si le gustan las flores o no, que la imagen de una rosa blanca puede llegar a ser muy bella. Símbolo de pureza, armonía o algo celestial, una rosa blanca es esa flor modificada durante siglos por el hombre que, al menos, siempre nos va a ser agradable a la vista, y en algunos momentos, puede hasta llegar a despertar determinada fibra sensible que tenemos los humanos por alguna parte de nuestro interior.


No obstante, esta semana en el Reino de Ex-Paña, algunas mujeres sin alma, hienas sin corazón y serpientes venenosas, se han apropiado de la imagen de esta bella flor cómo reclamo para apoyar la negociación con la banda terrorista ETA. Las titiriteras , las que se alimentan de nuestros impuestos en vez del fruto de su trabajo que pocas personas aprecian o disfrutan, no han tardado en tirarse otra vez a la calle para respaldar al presidente del gobierno en su bajada de pantalones y ninguneo de las víctimas del terrorismo.

Seguramente, si se hiciese una fotografía de esas que no sólo saca la imagen sino el trasfondo del asunto, las rosas blancas que tan vilmente repartían las Bardem and cía, estarían de color rojo. Roja por la sangre de mil personas asesinadas y roja por todo el sufrimiento que los no nacionalistas viven día a día en el País Vasco.

Sin embargo, se han olvidado de un pequeño detalle: toda rosa tiene sus espinas y algunas cuando se clavan luego son muy díficiles de sacar. Sólo espero, que la siempre dormida sociedad española, no caiga en el truco del NO a la GUERRA y no se cegue con la imagen de esa flor, simplemente, que cuando miren a su televisor consigan ver todo pintado de rojo o en su defecto... pintado de negro.

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