jueves, 14 de septiembre de 2006

Tomarse la justicia por su mano.

Se llama José Enrique, tiene veinticinco años, y el lunes tuvo que salir de su casa en ropa interior, descalzo, para defender a su madre de la agresión que estaba sufriendo. Su propio padre estaba asestando una puñalada en el cuello a la mujer cuando él y su hermano - al escuchar los gritos de socorro- bajaron al portal a defenderla; corrieron tras él sin parar, y cuando le pillaron, la emprendieron a golpes, puñetazos, y todo lo que pudieron en ese momento; en la calle los vecinos sólo escucharon frases como: "cabrón, no vas a volver a tocarla" o "jamás podrás hacerla daño otra vez".

El agresor está en la unidad de cuidados intensivos y ellos en libertad con cargos.

José, junto con su familia, ha estado viviendo una situación de acoso durante diez años; la justicia sólo ha dictado órdenes de alejamiento pero, al no existir un precedente de agresión, el maltratador ha estado libre haciéndoles la vida imposible sin que nadie impidiera tal suceso.

Podréis decir que para qué demonios os cuento toda esta crónica de sucesos de la vida cotidiana española; pero, yo sólo pienso en qué falla nuestro sistema judicial para que sean los propios hijos los que se tengan que tomar la justicia por su mano y evitar la muerte de su madre. No sé si debido a que tenemos un trauma postfranquista hemos hecho leyes de papel, que en la práctica sólo benefician a los culpables y martirizan a las víctimas, pero, lo que es evidente, es que nuestro estado de derecho no funciona y siguen por las calles todos esos sujetos indeseables.



Nuestros propios complejos, los heredados, o los que nosotros mismos hemos fabricado, van a provocar que más gente tenga que hacer como José, y por desgracia, tomará la justicia por su mano. Todo está por llegar.

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