sábado, 16 de septiembre de 2006

Y ahora le toca al alcohol.

Cuando no se sabe cómo gobernar ni qué hacer, lo más fácil, es meter las narices en las vidas de los ciudadanos. Primero se empieza con el tabaco, se sigue con qué ropa ponerse, se continua con qué dieta debe tener la sociedad y se termina en el tema del alcohol. Por ello, el gobierno de cuota, ha sacado este fin de semana el borrador de la nueva ley de consumo de alcohol; más o menos, los puntos fundamentales que nos importa a los ciudadanos de a pie son los siguientes:
  • Los menores de edad no pueden hacer botellón. Si lo hacen, los padres tendrán que asumir multas de hasta sescientos euros, por lo que pagarán personas que no están cometiendo un delito.
  • Prohibida la venta de alcohol a partir de las diez de la noche. Eso sí, se puede beber en el bar de la esquina, pero no ir a comprar cervezas para consumir en tu casa.
  • No se podrá beber en ciertos establecimientos (independientemente de la edad que tengas): en las instalaciones deportivas, recreativas o de esparcimiento durante el horario en el que se permita la entrada a menores; centros de enseñanza -desde infantil a bachillerato, sin olvidar FP y educación especial-; y en cualquier otro lugar donde se realicen actividades dirigidas a menores.
  • Limitaciones a la hora de publicitarse en los medios. Restricciones de horarios y lugares para anunciarse.
Bien, ahora me dirán qué podemos hacer nosotros. Está claro que el problema de salud pública es algo inexistente, y que más importante era el problema social que producía la existencia del botellón. A partir de que entre esta norma en vigor, los padres - por ejemplo- tendrán que asumir la responsabilidad de los actos de sus hijos y, muchos de nosotros, no podremos beber ni una simple caña en lugares que antes sí podíamos.

Como siempre, este gobierno intervencionista y nefasto, sigue creyendo que esta sociedad somos como esos bebés que todavía tienen que utilizar pañales y que no sabemos valernos por nosotros mismos. No obstante, no nos podemos quejar; no olvidamos que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y los españoles, aquellos aciagos días de marzo, elegimos uno que nos iba como anillo al dedo. Ahora es el momento de sufrir las consecuencias.

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