domingo, 4 de febrero de 2007

Las españolas no dormimos ¡qué novedad!

En muchas reuniones en las que se juntan madres con un crío, siempre se termina preguntando si se van a animar a tener el siguiente. En todos estos años, he escuchado dos respuestas dominantes: la primera, es que con el trabajo que dan los niños, con uno se va más que sobrado y que se le han quitado las ganas de ir por otro; la segunda, con cara de resignación, suele ser que "habrá que hacerlo por darle un hermanito a menganito".

Los españoles casi no tenemos hijos, recibimos unas ayudas ridículas en comparación con el resto de nuestros vecinos de la UE, y estamos confiando en seguir viviendo bien y en los críos que traigan los inmigrantes para no envejecer demasiado. Por ello, ya no me ha sorprendido leer que las españolas no dormimos nada de nada.

Detrás del maquillaje y la sombra de ojos, se escondían las ojeras de una mujer mientras me decía que no iba a tener otro nene. El cansancio, el echarse en muchos casos todo sobre los hombros, y el no querer ceder su terreno de "madre" en la casa, conduce a que cada día haya más hijos únicos que jamás sabrán lo que es tener un hermano; un hermano con el que pelearse, jugar y apoyarse cuando las cosas empiecen a ponerse chungas cuando se es adulto.

Y, cambiando radicalmente de tema, ayer fue la manifestación en apoyo a las víctimas de ETA convocada por el foro de Ermua. Muchos de mis compañeros os están hablando del asunto, por lo que creo que no debo repetir mucho mi opinión y centrarme en otras cosas. No obstante, me he tropezado con un párrafo que me ha hecho pensar y reflexionar un poco en el porqué - a estas alturas de la película - nos choca y sorprende gratamente, escuchar el himno nacional al final de un acto.
En mi opinión –que comparto conmigo mismo–, tanto disparate prueba que ETA no es el problema. Que en realidad es sólo un pretexto para que nuestra ruindad cainita, nuestra miserable naturaleza, se manifieste de nuevo. Ni siquiera la perversa imbecilidad de los partidos políticos, incluida la permanente mala fe de los nacionalistas, justifica la situación. ETA y sus consecuencias son sólo un indicio más de nuestra incapacidad para obrar con rectitud. Síntomas de la sucia España de toda la vida, enferma de sí misma; la del rencor y la envidia cobarde; la del por qué él y yo no; la que desprecia cuanto ignora y odia cuanto envidia; la que retorna pidiendo cerillas y haces de leña, exigiendo cunetas y paredones donde ajustar cuentas; la que sólo se calma cuando le meten dinero en el bolsillo o ve pasar el cadáver del vecino de quien codicia la casa, el coche, la mujer, la hacienda.

...El problema no es ETA. Ni siquiera nuestros miserables políticos lo son. El problema somos nosotros: la vieja, triste y ruin España.
Y algo de razón tiene.


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