martes, 2 de enero de 2007

Dar gracias al cielo...o al infierno.

Año nuevo, vida nueva; es lo que solemos decir. Nos ponemos propósitos que en la mayoría de las veces no cumplimos, e intentamos coger las energías suficientes para abordar los trescientos sesenta y cinco días restantes. El dejar de fumar, adelgazar e ir al gimnasio, son los más presentes la primera semana del año para pasar rápidamente a ser los más olvidados.

Viendo un poco las noticias de la noche, han puesto un video del atentado de Barajas del pasado sábado, y me he parado a pensar qué deseos de año nuevo han podido proponerse sus involuntarios protagonistas.


(ver cerca del minuto uno de video)

Cuatro personas, con sus respectivos equipajes, están a unos cuantos metros para acceder al aparcamiento de Barajas justo cuando explota la bomba. Sin darles casi tiempo, salen disparados corriendo hacia el otro lado. Se llegan a dar un minuto más de prisa, y se hubiesen encontrado en el epicentro de una explosión, que ni la propia policía consideraba de tal calibre y engrosando el número de desaparecidos. Un minuto, sesenta segundos, para estar muertos y todas sus ilusiones, esperanzas, tristezas, hechas pedazos y convertidas en cenizas.

Ya pueden no tener muchos deseos para este año, o simplemente empezar a dar las gracias por estar vivos al cielo o de rodillas; otros, por quedarse durmiendo y no acompañar a su acompañante a la terminal de avión, no pueden contarlo a día de hoy. Casualidades, carambolas, estar en el sitio adecuado en el momento preciso, pero son cuatro personas que pudieron tomarse las uvas pensando que , tal vez, tenían otra oportunidad. Cosas que pasan cuando la barbarie terrorista se pone a jugar a arrancar vidas; nunca se sabe a quién le puede tocar, ni quién se puede salvar.

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